Que complicado es el desapego, que fuerte y duro es de repente cerrar ciclos. Cada que he cerrado un capítulo importante de mi vida, por más que me propongo que lo haré de la manera más rápida, fácil, sin apego, me termino dando cuenta que soy un animal de costumbres, y que me encanta la comodidad, y que salir de ella, de repente me cuesta mucho. Aunque sepa, que salir de ahí es mejorar.
Cuando me mudé al departamento donde viví durante tres años y meses, el cual tuve que dejar hace unos días, no por voluntad propia al 100%. A la semana ya estaba equipado y vuelto un hogar para mí. Creo que de ahí parten muchas cosas en mi vida, soy excesivamente apasionada, y voy imprimiendo esa pasión en todo lo que hago y toco.
Así que cada botella descorchada, cada lagrima derramada, cada beso dado, pedaleada en la bici, enojo vivido, lo fueron volviendo mi hogar. Día a día lo fui llenando de olor a café por las mañanas, a comidas llenas de sabores, a desayunos en la cama, a pláticas inolvidables en mi rincón favorito, relajación y paz a la hora de mi hora feliz, el acostarme en las noches en mi cama.
Vaya que viví muchas historias, que hoy se han convertido en una de las mejores experiencias sin duda.
Desde pequeños nos enseñan lo bueno y lo malo, lo que debe de ser, el que tienes que ir trazando un camino, he de confesar como ya les había platicado antes, que mis papás desde pequeños nos dijeron a mis hermanos, y a mí, que siempre debíamos de ser nosotros.
Qué lindo se lee ese sé tú, pero que duro es irlo conformando a lo largo de los años, más cuando de repente sigues sin tener claro hacia dónde vas. Y es que en ese entender que la vida no es en blanco y negro, sino que está llena de matices de colores, que delicioso, y a la vez complicado de repente, el ir encontrando el color, que corresponde a cada momento que estás viviendo.
En ocasiones me cuesta recordar, que siempre actuó lo mejor que puedo, en relación a lo que me está sucediendo, que soy humana, e imperfecta, que tengo derecho a estar triste, enojada, llorar, a estar nerviosa, a no tener idea de que va a ser de mí.
Y en ese irlo descubriendo puedo ir viviendo todas esas emociones, una a una, a días todas a la vez, y que no pasa nada, este momento también pasará. Y como he salido de cada una de mis batallas, también saldré de esta, triunfante, todos estos procesos, son los que me ayudan a avanzar en mi camino.
Cuando estoy en esos procesos, que a veces pasa que son todos al mismo tiempo, como cambiar de trabajo, de departamento, de relación, dejar amigos. Me cuesta el sonreír, aunque siempre trato de ser la más agradecida, por lo que tengo, por lo que pasó, lo que viví y la enseñanza que esto me dejó.
El ser capaz de vivir mis emociones, también las negativas, me permite crecer, y al desprenderme de ellas, voy dejando el espacio necesario para todo lo bueno que vendrá.
El centro de mi vida soy yo, solo a mí me corresponde el irme centrando, el ir logrando mi equilibrio, en armonía con empatía. En definitiva, hay días más que revueltos, que ni yo me entiendo, pero siempre intento tener sabiduría en el conflicto, y creer que estos sucesos difíciles siempre me hacen crecer.
El ir aprendiendo a manejar mis emociones no es cosa fácil, pero de a pocos, lo voy intentando. Me rehúso a ceder el control de mi vida a nada, ni a nadie. No le vuelvo a otorgar mi paz mental, a un trabajo, o a una relación, si quiera a, un lugar que yo misma denominé hogar. Eso no soy yo, al final sí, tal vez dejé un trozo de mi alma en cada lugar o persona, pero el cacho más grande me corresponde.
Lo que intentaré hacer de ahora en adelante, será ir tras de mis deseos, y permitirme el vivir cada una de mis emociones, llámese: enojo; alegría, desasosiego, nostalgia, incertidumbre. Siempre recordando que todo lo que estoy viviendo hoy, me está preparando para mi mañana.
No soy perfecta y no lo quiero ser, y no pretendo que el mundo lo sea, cada día aprecio más el caos que vive dentro de mí. Así que me propongo cada día tratar de ser más creativa, me concedo: la libertad de ser y estar; de jugar, de experimentar, de desear, de equivocarme, de empezar una y otra y cuantas veces sean necesarias.
Me rehusó a seguirme chantajeando emocionalmente, obligándome a vivir procesos que no me son necesarios, y que quizá ni siquiera me corresponden. Me libero del planear y del tener que. Me quito el hacer cosas que no quiero o no me gustan o no van conmigo. Lo único a lo que estoy obligada en esta vida es a ser feliz, y el reto más grande que tengo es el ir descubriendo día a día el cómo serlo.
Me despojo de cosas materiales, de sueños incumplidos, de metas no realizadas, de propuestas no resueltas, de amores no correspondidos, de viajes no llevados a cabo, de palabras no dichas, de perdones no pedidos, de lágrimas de más y sonrisas de menos.
Agradezco tener el mejor núcleo, que SIEMPRE me demuestran que son mi red de amor, confianza, apoyo incondicional, que en cada ocasión que los he necesitado. Ahí han estado, y jamás tendré las palabras suficientes para darles las gracias, son lo mejor que tengo.
Hoy cierro el ciclo que viví, lo dejé al 100 en el que mejor sabe lo que me corresponde, y cuando lo empiezas a forzar, es que no es tu talla. Dígase departamentos, jeans, amores, trabajos, crushs, etc. Agradezco al universo la experiencia, y abro todas las puertas y posibilidades infinitas para que se presente lo mejor.
Miro hacia atrás sin arrepentimiento, comprendiendo que cada decisión y acción que he tomado, y que he hecho han sido necesarias. Seguiré avanzando, confiando en que el dejar ir, es permitir entrar a lo que realmente es para mí.
Lo que viene, conviene. Siempre estaré hecha de las experiencias que tengo y no de los intentos que hago.
Gracias por seguirme en esta aventura y leerme, déjenme sus comentarios los leeré, si les gustó el post compartan en sus redes sociales.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario